Las historias de éxito pueden ser inspiradoras. Pero en manos de un estafador son muy peligrosas. Como dice mi cuñado: “Peligroshishimas“. Un recurso muy común de los usureros es el uso de la falacia narrativa.

¿Qué es la falacia narrativa?
Es un engaño que consiste en contarte una historia en la que la que a una consecuencia o resultado se le da una causa o explicación que no corresponde. De hecho, muchas supersticiones e ideas tienen origen en falacias narrativas.
Por ejemplo, en mi pueblo la gente dice que cuando te visitan pájaros negros (“Chiscuaros”) es señal de que habrá un muerto en la familia. En mi casa a diario llegan decenas de esas aves y no me da miedo porque no creo en dicha falacia narrativa.
Pero cuando una entre mil coincidencias a alguien le ha tocado ver que en su casa hay difunto y había un pajarito negro perdido, ya culpan a estas pobres aves por esa casualidad… algún día a todos nos llega pero no por culpa de los pájaros negros.
Pero la gente asocia erróneamente la historia de la muerte con dichas aves.
¿Cómo se da la falacia narrativa en los negocios?
Hace días vi este mensaje publicitario en una página para vender a través de referidos. Pronto venderé mi primer libro y mi colección NFT en Opensea y quiero recompensar a quienes me apoyen con recomendaciones. Pero detecté la falacia narrativa en este mensaje publicitario de marketing de referidos.

Cuando lees este tipo de publicidad quizás la primera impresión será: “¡Qué chévere! ¡Yo también quiero ser millonario con esa empresa de afiliados!”. Pero si contamos hasta 10 y pensamos con calma te preguntarás lo siguiente:
¿Cuál fue el secreto de su éxito en marketing de afiliados? ¿Participar con cierta empresa, o su fama como ex estrella de la NBA donde millones lo conocen y fácilmente puede vender lo que él quiera? En la falacia narrativa, es fácil dar méritos a algo o alguien que no lo merece.
No estoy en contra del marketing de afiliados. De hecho, yo lo practico en mi canal de YouTube. Solo quiero que identifiques que no toda historia bonita se debe a la causa que te proponen vender.
Aquí te citaré algunos ejemplos más de falacias narrativas en el mundo de los negocios y de las inversiones:
- “En este curso aprenderás el secreto de Warren Buffett para ser millonario”. La verdad es que no solo basta aplicar dicho consejo para que seas millonario. Hay otros factores ajenos al mundo de las inversiones que también influyeron. Incluso hay cosas que no están bajo tu control que pueden atravesarse en tu camino aunque tomes el curso.
- “Si tú pones el mismo negocio que tu primo, también te irá bien”. Copiar y pegar conductas ajenas a tu vida no es garantía de éxito. No te vuelvas loco en imitar como changuito todo lo que ves que otros hacen. Analiza tus propias metas, tus circunstancias y descubre cómo triunfar con ellas.
- “Mira cómo Don Procopio se hizo millonario comprando mi criptomoneda”. Es casi 100 % un engaño toda esta historia si viene de un esquema piramidal, pero supongamos que fuera cierto. No toda moneda multiplica por 100 su valor, y si lo hace tu dinero no lo hará si compras cuando llega a su precio máximo.
Siempre que te cuenten una historia muy chévere para intentar impresionarte para que compres su producto o inviertas con él, cuestiona la conexión entre causa y efecto. ¿De verdad la persona fue exitosa por dicho producto o inversión, o hubo otros factores que influyeron con más fuerza?
No estoy en contra del storytelling (arte de contar historias y convencer) en las ventas. Pero analiza a detalle la historia que te cuenten antes de abrir tu billetera o pagar con tu tarjeta. Que no te engañen con relatos en los que cuelgan su producto o servicio como medallita en personas que tuvieron éxito por otros motivos.
De paso aprovecho para invitarte a conocer mi membresía Tu Máxima Versión 7. No contiene fórmulas mágicas pero sí contenido que puede orientarte en tu proceso de aprendizaje. Encontrarás contenido exclusivo para detectar estafas y oportunidades en el mundo laboral y empresarial. Y conocerás mi nuevo libro digital en Amazon Kindle: “Adiós a las orejas de burro!”.
